"Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor."

miércoles, 23 de mayo de 2018

El dolor de la verdad y sus virtudes.




Entro a la habitación. Me siento en mi cama, apago el velador.
El click del interruptor me hace ver fuego, sí, fuego.
Ahora el fuego es hierro fundido, naranja y enbroncado. Hierro que sufre mientras muta en espada. Noto que la deslumbrante creación carece de filo hasta que le place echar chispas intensas con hierro hermano. Danzan frente a mí como lo hace el humo saliendo de una pava con agua hirviente. Es un hipnotizante festejo, alegre y cruento por momentos.
 Me asusto.  La espada da un salto extravagante en el aire y emprende una caída en picada que atraviesa cielos e infiernos. 
 Abren la puerta. Entra un maestro herrero que con su voz toma la espada mientras cae. Se pertenecen. La guarda en su vaina porque ahora es guerrero.
El misterioso no devela más de sus sus facetas pero a su alrededor existen todas ellas.
Al lugar mejor para algo mayor.

Prendo el velador. Entiendo, he visto la vida.

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Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque que el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido.
Proverbios 3: 11-12

El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre.
Proverbios 27: 17

Círculo.