Ariel se
jactaba humildemente de su gran imaginación, se jactaba compartiendo sus
historias y disparates. Así lo hacía. Alardeaba sin pretensión alguna.
La recuerdo triste, rebelde, feliz. La recuerdo oscura y brillante. Pero es triste recordarla; quién la conocía sabrá de qué hablo.
Su alma rogaba solo una cosa: imaginación. Ay si supiera… Nunca supo.
Se enamoró solo una vez, para siempre se enamoró, una sola vez. Para siempre también le fue robada su más preciada posesión, aquella, sí. La recuerdo diciendo que las manos de su amado la hacían olvidar. ¿Quién lo hubiera dicho? Su felicidad fue su condena y la condena su tortura.
Sufrió feliz hasta el último de sus respiros; se apagó creyendo que renunció a su tesoro por amor.
La pobre Ariel nunca se dejó escapar, su cordura fue quien la abandonó; la condena que torturaba su alegría no era nadie más que su sola y autocomplaciente imaginación. Caminó por años tomando las manos de él, las manos de nadie. Cruel ironía que le sacó todo; sin sacarle nada.
La recuerdo triste, rebelde, feliz. La recuerdo oscura y brillante. Pero es triste recordarla; quién la conocía sabrá de qué hablo.
Su alma rogaba solo una cosa: imaginación. Ay si supiera… Nunca supo.
Se enamoró solo una vez, para siempre se enamoró, una sola vez. Para siempre también le fue robada su más preciada posesión, aquella, sí. La recuerdo diciendo que las manos de su amado la hacían olvidar. ¿Quién lo hubiera dicho? Su felicidad fue su condena y la condena su tortura.
Sufrió feliz hasta el último de sus respiros; se apagó creyendo que renunció a su tesoro por amor.
La pobre Ariel nunca se dejó escapar, su cordura fue quien la abandonó; la condena que torturaba su alegría no era nadie más que su sola y autocomplaciente imaginación. Caminó por años tomando las manos de él, las manos de nadie. Cruel ironía que le sacó todo; sin sacarle nada.
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