La dama buscaba un amor del cual escribir, quería
que sus letras estuvieran bañadas de sonrisas y no de lágrimas, para eso esta
el café decía.
Sentada en un bar soñaba, tomando un té pensaba,
deseaba un amor complejo y simple, suave como una brisa de primavera e intenso
cómo el dolor.
Ella nunca pensaba en su idioma, imaginaba en
francés y leía en inglés, solo porque lo fácil no era para ella.
Algún día
iba a llegar el muchacho de moño con el cual se tropezaría en la calle por
haberse concentrado mucho en el cielo, y entonces sonreirían, sería una unión
para siempre.
Lo que no sabía, es que amar era mucho más grande
que una historia de película, se choco con que el amor era mucho más real, más
sufrido y a la vez más placentero… y que se unía más fuerte con las experiencias
y los desencuentros. Que cada lágrima
derramada por el, era una joya… un sello de nostalgia cada vez que se iba.
Cuando llego su príncipe de cuentos entendió
muchas cosas y se encontró también con millones
de incógnitas, pero su descubrimiento más grande, la melodía mas dulce para su
corazón, fue cuándo entendió que esa persona
no la determinaba, no la cambiaba ni la confundía, sino que la aceptaba por una razón sabia y
loable, por nada mas y nada menos que tanto ella como el habían logrado ser alguien,
mucho antes de que otro quisiera darse el lujo de definir, justamente, quienes
son.
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