Un ala herida, la gracia perdida.
Un gorrión asustado se enfrenta al futuro desolado, nada queda si no puede volar.
Reposa esperando la muerte, canta al cielo para descansar.
El parque rebosa de vida, cada pájaro hace un vuelo digno de admirar, los niños corren atrás de ellos jugando sin fin. Y ahí estaba el, el más chiquito de todos, silbando un poco de si.
Al principio no entendía porque no se iba… ¿Cómo es que no volaba con los demás? Todos los días fue mi compañía, sus melodías aliviaban mi corazón y su belleza me hacía despertar, le agradecía siempre aunque no supiera cómo explicar.
Una noche de tormenta de afuera pude escuchar… la canción mas triste que podría oírse jamás, un clamor profundo, un tono de soledad. Tenía que ir a ver, debía saber quien entonaba un himno de tan honesto dolor… y allí estaba, mojado, asustado y lastimado, mi compañero, mi gorrión. No entendía porque estaba allí, no comprendía porque no fue a su nido.
Frente al hogar se secaba, tan indefenso, tan precioso, tan… lastimado. Nunca había notado que una de sus alas parecía no moverse, por mas que insistiera no lo lograba, por eso vino hacía mi, salto de a poco hasta llegar, comprendía en absoluto toda mi realidad. ¿Estaba mal que me haya sentido feliz de su problema? ¿Qué hubiera pasado si él tenía la capacidad de volar? ¿Hubiera volado junto a los niños que a diferencia mía, si pueden caminar?
Un ala herida, la gracia perdida. O al menos eso es lo que la gente cree.
Un gorrión asustado se enfrenta al futuro desolado, nada queda si no puede volar.
Reposa esperando la muerte, canta al cielo para descansar.
El parque rebosa de vida, cada pájaro hace un vuelo digno de admirar, los niños corren atrás de ellos jugando sin fin. Y ahí estaba el, el más chiquito de todos, silbando un poco de si.
Al principio no entendía porque no se iba… ¿Cómo es que no volaba con los demás? Todos los días fue mi compañía, sus melodías aliviaban mi corazón y su belleza me hacía despertar, le agradecía siempre aunque no supiera cómo explicar.
Una noche de tormenta de afuera pude escuchar… la canción mas triste que podría oírse jamás, un clamor profundo, un tono de soledad. Tenía que ir a ver, debía saber quien entonaba un himno de tan honesto dolor… y allí estaba, mojado, asustado y lastimado, mi compañero, mi gorrión. No entendía porque estaba allí, no comprendía porque no fue a su nido.
Frente al hogar se secaba, tan indefenso, tan precioso, tan… lastimado. Nunca había notado que una de sus alas parecía no moverse, por mas que insistiera no lo lograba, por eso vino hacía mi, salto de a poco hasta llegar, comprendía en absoluto toda mi realidad. ¿Estaba mal que me haya sentido feliz de su problema? ¿Qué hubiera pasado si él tenía la capacidad de volar? ¿Hubiera volado junto a los niños que a diferencia mía, si pueden caminar?
Un ala herida, la gracia perdida. O al menos eso es lo que la gente cree.
No hay comentarios:
Publicar un comentario